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29 de diciembre de 2022 - 11:00h
Fecha de cierre 29 diciembre, 11:02
Subasta presencial
603-ANTONIO GONZÁLEZ VELÁZQUEZ (Madrid, 1723-ibídem, 1793)
Precio de salida:
20.000 €
ANTONIO GONZÁLEZ VELÁZQUEZ (Madrid, 1723-ibídem, 1793)
1747-52
Óleo sobre lienzo
La vuelta del hijo pródigo"
Medida: 148 X 100 cm.
González Velázquez fue un pintor español que durante la década de los años cuarenta del siglo XVIII y hasta 1752, estuvo formándose en Roma, donde llegó gracias a una pensión de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En Roma entró a trabajar en el taller de uno de los artistas más prolíficos del XVIII, Corrado Giaquinto, con quien colaboró en 1748 en la decoración de la iglesia de Santa Trinità de gli Spagnoli. Giaquinto dejó una importante huella en el estilo del español, que ya en Roma asumió el nuevo lenguaje clasicista del XVIII romano como se puede ver en algunas de sus obras conservadas en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y el Museo Nacional del Prado. Llegándose a veces a confundir las obras de etapa romana de González con pinturas de mano de Giaquinto, pues en muchas tomaba los modelos de su maestro para hacer sus propias obras.
En esta obra en particular, El regreso del hijo pródigo, inédita y de su periodo romano de formación, se la podría relacionar con la Unción de David por Samuel de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, datada en 1749 y enviado desde Roma por el autor con La serpiente de bronce y El milagro del agua, bocetos para los frescos de la Basílica de Santa Croce in Geruselemme de Roma, realizados por Giaquinto y en los que seguramente colaboraría, entre 1743-44. Elementos de la obra de Giaquinto se aprecian en las figuras femeninas sentadas en primer plano, en la forma de las primeros, el uso de una arquitectura clasicista y en la forma de pintar los ojos, sin embrago a pesar de la influencia de su maestro, González logró hacer un estilo propio, siempre sin olvidar a su mentor, que trasmitiría a la nueva generación de pintores españoles del XVIII, entre los que se encuentran Bayeu, Maella o el mismo Goya. Claro ejemplo de ello son los frescos para la Santa Capilla de la basílica del Pilar de Zaragoza, que realizó a su regreso en 1752. Logró entrar en la corte gracias a que Giaquinto, llamado por Fernando VI, le facilitó su entrada, donde logró en 1757 ser de pintor de corte. Su éxito como artista fue recocido en sus premios de los certámenes de la Academia de San Fernando, de la que fue miembro de mérito desde 1754. Mas tarde, en 1767, fue nombrado teniente director de pintura y en 1787 director.
La composición representa La parábola del hijo pródigo recogida en el Nuevo Testamento, en el Evangelio de Lucas, capítulo 15, (11-32). Junto con las parábolas de "la oveja perdida" y "la moneda perdida" forman la trilogía que recibe el nombre de parábolas de la misericordia.
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1747-52
Óleo sobre lienzo
La vuelta del hijo pródigo"
Medida: 148 X 100 cm.
González Velázquez fue un pintor español que durante la década de los años cuarenta del siglo XVIII y hasta 1752, estuvo formándose en Roma, donde llegó gracias a una pensión de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En Roma entró a trabajar en el taller de uno de los artistas más prolíficos del XVIII, Corrado Giaquinto, con quien colaboró en 1748 en la decoración de la iglesia de Santa Trinità de gli Spagnoli. Giaquinto dejó una importante huella en el estilo del español, que ya en Roma asumió el nuevo lenguaje clasicista del XVIII romano como se puede ver en algunas de sus obras conservadas en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y el Museo Nacional del Prado. Llegándose a veces a confundir las obras de etapa romana de González con pinturas de mano de Giaquinto, pues en muchas tomaba los modelos de su maestro para hacer sus propias obras.
En esta obra en particular, El regreso del hijo pródigo, inédita y de su periodo romano de formación, se la podría relacionar con la Unción de David por Samuel de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, datada en 1749 y enviado desde Roma por el autor con La serpiente de bronce y El milagro del agua, bocetos para los frescos de la Basílica de Santa Croce in Geruselemme de Roma, realizados por Giaquinto y en los que seguramente colaboraría, entre 1743-44. Elementos de la obra de Giaquinto se aprecian en las figuras femeninas sentadas en primer plano, en la forma de las primeros, el uso de una arquitectura clasicista y en la forma de pintar los ojos, sin embrago a pesar de la influencia de su maestro, González logró hacer un estilo propio, siempre sin olvidar a su mentor, que trasmitiría a la nueva generación de pintores españoles del XVIII, entre los que se encuentran Bayeu, Maella o el mismo Goya. Claro ejemplo de ello son los frescos para la Santa Capilla de la basílica del Pilar de Zaragoza, que realizó a su regreso en 1752. Logró entrar en la corte gracias a que Giaquinto, llamado por Fernando VI, le facilitó su entrada, donde logró en 1757 ser de pintor de corte. Su éxito como artista fue recocido en sus premios de los certámenes de la Academia de San Fernando, de la que fue miembro de mérito desde 1754. Mas tarde, en 1767, fue nombrado teniente director de pintura y en 1787 director.
La composición representa La parábola del hijo pródigo recogida en el Nuevo Testamento, en el Evangelio de Lucas, capítulo 15, (11-32). Junto con las parábolas de "la oveja perdida" y "la moneda perdida" forman la trilogía que recibe el nombre de parábolas de la misericordia.
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ANTONIO GONZÁLEZ VELÁZQUEZ (Madrid, 1723-ibídem, 1793)
1747-52
Óleo sobre lienzo
La vuelta del hijo pródigo"
Medida: 148 X 100 cm.
González Velázquez fue un pintor español que durante la década de los años cuarenta del siglo XVIII y hasta 1752, estuvo formándose en Roma, donde llegó gracias a una pensión de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En Roma entró a trabajar en el taller de uno de los artistas más prolíficos del XVIII, Corrado Giaquinto, con quien colaboró en 1748 en la decoración de la iglesia de Santa Trinità de gli Spagnoli. Giaquinto dejó una importante huella en el estilo del español, que ya en Roma asumió el nuevo lenguaje clasicista del XVIII romano como se puede ver en algunas de sus obras conservadas en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y el Museo Nacional del Prado. Llegándose a veces a confundir las obras de etapa romana de González con pinturas de mano de Giaquinto, pues en muchas tomaba los modelos de su maestro para hacer sus propias obras.
En esta obra en particular, El regreso del hijo pródigo, inédita y de su periodo romano de formación, se la podría relacionar con la Unción de David por Samuel de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, datada en 1749 y enviado desde Roma por el autor con La serpiente de bronce y El milagro del agua, bocetos para los frescos de la Basílica de Santa Croce in Geruselemme de Roma, realizados por Giaquinto y en los que seguramente colaboraría, entre 1743-44. Elementos de la obra de Giaquinto se aprecian en las figuras femeninas sentadas en primer plano, en la forma de las primeros, el uso de una arquitectura clasicista y en la forma de pintar los ojos, sin embrago a pesar de la influencia de su maestro, González logró hacer un estilo propio, siempre sin olvidar a su mentor, que trasmitiría a la nueva generación de pintores españoles del XVIII, entre los que se encuentran Bayeu, Maella o el mismo Goya. Claro ejemplo de ello son los frescos para la Santa Capilla de la basílica del Pilar de Zaragoza, que realizó a su regreso en 1752. Logró entrar en la corte gracias a que Giaquinto, llamado por Fernando VI, le facilitó su entrada, donde logró en 1757 ser de pintor de corte. Su éxito como artista fue recocido en sus premios de los certámenes de la Academia de San Fernando, de la que fue miembro de mérito desde 1754. Mas tarde, en 1767, fue nombrado teniente director de pintura y en 1787 director.
La composición representa La parábola del hijo pródigo recogida en el Nuevo Testamento, en el Evangelio de Lucas, capítulo 15, (11-32). Junto con las parábolas de "la oveja perdida" y "la moneda perdida" forman la trilogía que recibe el nombre de parábolas de la misericordia.
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1747-52
Óleo sobre lienzo
La vuelta del hijo pródigo"
Medida: 148 X 100 cm.
González Velázquez fue un pintor español que durante la década de los años cuarenta del siglo XVIII y hasta 1752, estuvo formándose en Roma, donde llegó gracias a una pensión de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En Roma entró a trabajar en el taller de uno de los artistas más prolíficos del XVIII, Corrado Giaquinto, con quien colaboró en 1748 en la decoración de la iglesia de Santa Trinità de gli Spagnoli. Giaquinto dejó una importante huella en el estilo del español, que ya en Roma asumió el nuevo lenguaje clasicista del XVIII romano como se puede ver en algunas de sus obras conservadas en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y el Museo Nacional del Prado. Llegándose a veces a confundir las obras de etapa romana de González con pinturas de mano de Giaquinto, pues en muchas tomaba los modelos de su maestro para hacer sus propias obras.
En esta obra en particular, El regreso del hijo pródigo, inédita y de su periodo romano de formación, se la podría relacionar con la Unción de David por Samuel de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, datada en 1749 y enviado desde Roma por el autor con La serpiente de bronce y El milagro del agua, bocetos para los frescos de la Basílica de Santa Croce in Geruselemme de Roma, realizados por Giaquinto y en los que seguramente colaboraría, entre 1743-44. Elementos de la obra de Giaquinto se aprecian en las figuras femeninas sentadas en primer plano, en la forma de las primeros, el uso de una arquitectura clasicista y en la forma de pintar los ojos, sin embrago a pesar de la influencia de su maestro, González logró hacer un estilo propio, siempre sin olvidar a su mentor, que trasmitiría a la nueva generación de pintores españoles del XVIII, entre los que se encuentran Bayeu, Maella o el mismo Goya. Claro ejemplo de ello son los frescos para la Santa Capilla de la basílica del Pilar de Zaragoza, que realizó a su regreso en 1752. Logró entrar en la corte gracias a que Giaquinto, llamado por Fernando VI, le facilitó su entrada, donde logró en 1757 ser de pintor de corte. Su éxito como artista fue recocido en sus premios de los certámenes de la Academia de San Fernando, de la que fue miembro de mérito desde 1754. Mas tarde, en 1767, fue nombrado teniente director de pintura y en 1787 director.
La composición representa La parábola del hijo pródigo recogida en el Nuevo Testamento, en el Evangelio de Lucas, capítulo 15, (11-32). Junto con las parábolas de "la oveja perdida" y "la moneda perdida" forman la trilogía que recibe el nombre de parábolas de la misericordia.
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