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29 de diciembre de 2022 - 11:00h
Fecha de cierre 29 diciembre, 11:02
Subasta presencial
595-CÍRCULO DE MURILLO, BARTOLOME ESTEBAN (Sevilla, 1617-1682)
Segunda mitad del S. XVII
Niño con perro"
Óleo sobre lienzo
Medidas: 83 x 63 cm.
En origen hubo una serie de cuatro cuadros en las colecciones reales: El vinatero, La vieja pidiendo limosna, Niño con perro y La vendimiadora, que, según Diego Angulo, en su miografía sobre Murillo, las cuatro pinturas podrían pertenecer al maestro sevillano. La que nos interese en cuestión, Niño con perro, fue copiada en el siglo XVIII, junto con las otras, por el infante Don Gabriel de Borbón, hijo de Carlos III, cuando aprendía dibujo con su maestro Mengs. Estas cuatro copias, realizadas sobre lienzo de borras de paños, ingresaron en el Museo de Bellas Artes de Córdoba en 1977.
En los magníficos artículos de la profesora Antonia Morel sobre el estudio de la serie original, afirma haber encontrado el Niño con perro, en una colección parisina y lo atribuyó a la mano de Velázquez. El fascinante estudio da cuenta de que la obra estuvo en las colecciones regias gracias a los inventarios reales donde aparece citado:
- Testamentaria de Carlos II DE 1701-1703, aparece en el inventario del Alcázar en el Pasadizo de la Encarnación en 1701 y en 1703 el lienzo se encuentra en el palacio real de la Zarzuela.
- Testamentaria de Carlos III de 1789-1794.
Morel cree que la obra original fue regalada al Duque de Angulema por el rey Fernando VII, y este a su vez se lo regaló al vizconde de La Peyrade. En la década de 1940, uno de sus descendientes, confesó al entonces director del Museo de Bellas Artes de Córdoba poseer la pintura original que copió el infante Don Gabriel. Seguramente esta obra fue la que se subastó en París y que luego encontró la profesora Morel y atribuyó a Velázquez. Sin embargo, como bien señala ella en sus investigaciones, la cara del supuesto Velázquez no coincide del todo con la copia hecha por el infante, y ese que, por desgracia, ella desconocía la obra que estamos analizando, donde sí se ve que coincide en todos los detalles con la pintura realizada por Don Gabriel y que por lo tanto era la original que, de un modo u otro, colgó y formó parte de las colecciones reales.
La obra, o al menos tres de las cuatro pinturas de la serie, según en catálogo de la exposición de la estela de Murillo del museo de Córdoba, ingresaron en las colecciones reales como compras de la reina Isabel de Farnesio a su cirujano real Florencio Kelly, lo cual contradice lo afirmado por la profesora Morel. Sea cual sea la forma de entrar de la pieza a las coleccione reales, lo que sí es seguro es que durante el siglo XVIII la obra tuvo que colgar en los muros de algún palacio real español para que el infante pudiera copiarla, de hecho, de esta época también hay una tercera serie realizada a pastel, hoy en colección privada madrileña, que algunos han querido ver la mano de Tiepolo.
Tampoco sabemos con seguridad si las misma piezas o meras copias, son las que, en el inventario del amigo de Murillo, Nicolas de Ozamur, figuran como de Núñez de Villavicencio, El vinatero y La vieja pidiendo. Limosna.
Desconocemos cómo la pintura pudo salir de las colecciones reales, si con el botín artístico de los franceses o como regalo de Fernando VII a algún general galo en agradecimiento por sus servicios. Lo que sí es cierto, es que el cuadro llegó al mercado de londinense (pruebe de ello es la pegatina del reverso) y de ahí dio el salto a Italia.
A diferencia de los famoso niños de Murillo, representados siempre en escenas de calle, en momentos de sus vidas muy concretos, y con muestras de su pobreza, ya sea en sus ropas raídas o por la comida que tiene, este muchacho está sentado en una silla, posando para un retrato directo, con vestiduras sin romper, limpias y que hacen pesar que sea el sirviente de alguna casa noble, se le ve bien nutrido, y no muestra síntomas de enfermedad alguna, es más, sostiene en sus manos a un perro pekines, seguramente propiedad de su señor. Su pelo, con ese corte tan peculiar, nos revela una precaución capilar ante el contagio de pijos tan normal en la Sevilla de la época. Con todo ello, a la conclusión que llegamos es que el niño que sostiene al perro no es un mendigo ni podre de las calles sevillanas, sino un sirviente que sirve como modelo a un pintor muy cercano al mundo murillesco.
Bibliografía:
- Palencia Cerezo, J.M., La estela de Murillo en el Museo de Bellas Artes de Córdoba, Junta Andalucía, Consejería de Cultura, 2018, pág. 106.
- Morel D’Arleux, A. " Los cuadros de borra de paño del Infante Don Gabriel de Borbón", I Congreso Internacional de Pintura Española. Museo del Grabado Español Contemporáneo, Marbella, 1998
- Morel D’Arleux, A. "Origen y vicisitudes de cuatro oleos inéditos del siglo XVII que pertenecieron a la colección real", Revista Goya, n.º 269, págs. 66-82."
Segunda mitad del S. XVII
Niño con perro"
Óleo sobre lienzo
Medidas: 83 x 63 cm.
En origen hubo una serie de cuatro cuadros en las colecciones reales: El vinatero, La vieja pidiendo limosna, Niño con perro y La vendimiadora, que, según Diego Angulo, en su miografía sobre Murillo, las cuatro pinturas podrían pertenecer al maestro sevillano. La que nos interese en cuestión, Niño con perro, fue copiada en el siglo XVIII, junto con las otras, por el infante Don Gabriel de Borbón, hijo de Carlos III, cuando aprendía dibujo con su maestro Mengs. Estas cuatro copias, realizadas sobre lienzo de borras de paños, ingresaron en el Museo de Bellas Artes de Córdoba en 1977.
En los magníficos artículos de la profesora Antonia Morel sobre el estudio de la serie original, afirma haber encontrado el Niño con perro, en una colección parisina y lo atribuyó a la mano de Velázquez. El fascinante estudio da cuenta de que la obra estuvo en las colecciones regias gracias a los inventarios reales donde aparece citado:
- Testamentaria de Carlos II DE 1701-1703, aparece en el inventario del Alcázar en el Pasadizo de la Encarnación en 1701 y en 1703 el lienzo se encuentra en el palacio real de la Zarzuela.
- Testamentaria de Carlos III de 1789-1794.
Morel cree que la obra original fue regalada al Duque de Angulema por el rey Fernando VII, y este a su vez se lo regaló al vizconde de La Peyrade. En la década de 1940, uno de sus descendientes, confesó al entonces director del Museo de Bellas Artes de Córdoba poseer la pintura original que copió el infante Don Gabriel. Seguramente esta obra fue la que se subastó en París y que luego encontró la profesora Morel y atribuyó a Velázquez. Sin embargo, como bien señala ella en sus investigaciones, la cara del supuesto Velázquez no coincide del todo con la copia hecha por el infante, y ese que, por desgracia, ella desconocía la obra que estamos analizando, donde sí se ve que coincide en todos los detalles con la pintura realizada por Don Gabriel y que por lo tanto era la original que, de un modo u otro, colgó y formó parte de las colecciones reales.
La obra, o al menos tres de las cuatro pinturas de la serie, según en catálogo de la exposición de la estela de Murillo del museo de Córdoba, ingresaron en las colecciones reales como compras de la reina Isabel de Farnesio a su cirujano real Florencio Kelly, lo cual contradice lo afirmado por la profesora Morel. Sea cual sea la forma de entrar de la pieza a las coleccione reales, lo que sí es seguro es que durante el siglo XVIII la obra tuvo que colgar en los muros de algún palacio real español para que el infante pudiera copiarla, de hecho, de esta época también hay una tercera serie realizada a pastel, hoy en colección privada madrileña, que algunos han querido ver la mano de Tiepolo.
Tampoco sabemos con seguridad si las misma piezas o meras copias, son las que, en el inventario del amigo de Murillo, Nicolas de Ozamur, figuran como de Núñez de Villavicencio, El vinatero y La vieja pidiendo. Limosna.
Desconocemos cómo la pintura pudo salir de las colecciones reales, si con el botín artístico de los franceses o como regalo de Fernando VII a algún general galo en agradecimiento por sus servicios. Lo que sí es cierto, es que el cuadro llegó al mercado de londinense (pruebe de ello es la pegatina del reverso) y de ahí dio el salto a Italia.
A diferencia de los famoso niños de Murillo, representados siempre en escenas de calle, en momentos de sus vidas muy concretos, y con muestras de su pobreza, ya sea en sus ropas raídas o por la comida que tiene, este muchacho está sentado en una silla, posando para un retrato directo, con vestiduras sin romper, limpias y que hacen pesar que sea el sirviente de alguna casa noble, se le ve bien nutrido, y no muestra síntomas de enfermedad alguna, es más, sostiene en sus manos a un perro pekines, seguramente propiedad de su señor. Su pelo, con ese corte tan peculiar, nos revela una precaución capilar ante el contagio de pijos tan normal en la Sevilla de la época. Con todo ello, a la conclusión que llegamos es que el niño que sostiene al perro no es un mendigo ni podre de las calles sevillanas, sino un sirviente que sirve como modelo a un pintor muy cercano al mundo murillesco.
Bibliografía:
- Palencia Cerezo, J.M., La estela de Murillo en el Museo de Bellas Artes de Córdoba, Junta Andalucía, Consejería de Cultura, 2018, pág. 106.
- Morel D’Arleux, A. " Los cuadros de borra de paño del Infante Don Gabriel de Borbón", I Congreso Internacional de Pintura Española. Museo del Grabado Español Contemporáneo, Marbella, 1998
- Morel D’Arleux, A. "Origen y vicisitudes de cuatro oleos inéditos del siglo XVII que pertenecieron a la colección real", Revista Goya, n.º 269, págs. 66-82."
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